Imaginemos que vivimos en una cultura o en ultimo caso en un lugar tan remoto del mundo que no tenemos posibilidad alguna de acceder a tecnologías, que por lo general facilitan la vida del hombre, pero en este caso la vida se torna mas espontánea.
También esta falta de tecnología puede ser voluntaria, o sea somos nosotros mismos los que no queremos tener acceso a estas tecnologías; tractores, televisión, computadoras, etc.
Teniendo clara esta situación, según lo planteado por Juan C. Tudesco es preciso advertir que un diseño colectivo, comunitario basado solamente en la autonomía de las (según el ejemplo anterior) culturas puede aumentar los riesgos de fragmentación social.
Desde este punto de vista, la autonomía debe ser un estímulo para la vinculación y no para el aislamiento. La idea de “tecnología” (red) constituye una forma fértil para estimular conexiones entre las comunidades, tanto a nivel local como “nacional e internacional”.
Claramente una cultura aislada puede gozar de gran riqueza cultural, ya que no ha sido intervenida por “factores tecnológicos”, los cuales tienden a explotarlos y por lo tanto hacerlos desaparecer, pero frente a esto se desprende también una clara dicotomía entre cultura y sociedad (la cual es agente fundamental de la cultura, ya que participa en ella) porque limitar la cultura significa también limitar las capacidades y fronteras a las cuales aspira llegar el hombre. Limita tanto las capacidades intelectuales como afectivas del ser humano.